Ok. Si. Kevin Bacon es un cazarrecompensas retirado que hace un pacto con un demonio para volver a la acción. Ya con eso bastaría para echarle una ojeada, sobretodo si te gustan producciones del estilo "Ash vs Evil Dead" o "Constantine". "The Bondsman" (ese es su título original) arranca con un Bacon asesinado en cumplimiento de su trabajo, y revivido al momento por el mismísimo Diablo para que le haga un par de trabajitos. Hay sangre, sarcasmo, redención y un pacto oscuro que lo cambia todo.
Bacon está en modo “vintage badass”: un tipo duro del sur de los Estados Unidos, a medio camino entre cowboy y un policía cansado del mundo, que ha perdido lo más importante: su familia. No, no es que estén muertos, es que luego del divorcio la vida los ha distanciado, aunque en realidad ni tanto, ya que pueblo chico, infierno grande. Y lo de "infierno" bien va con el tono, que juega entre el western moderno, lo sobrenatural grotesco y el humor ácido, lo que le da a la serie una personalidad propia. Y todo sucede en este pueblo que parece ser el único lugar donde aparecen estos demonios escapados del propio infierno.
Lo bueno es que no se toma demasiado en serio, pero tampoco cae en la parodia vacía. Tiene corazón, aunque esté bañado en sangre y maldiciones. Los efectos no siempre están a la altura, y algunos secundarios son apenas excusa para la próxima balacera, pero cuando funciona, funciona, aunque Prime no lo viera así ya que parece la serie ha sido cancelada apenas luego de pasada la primer temporada.
Episodios cortos, con un tipo que lo único que quiere es recuperar a su familia, aunque eso signifique matar demonios, pelearse con el propio Satán, y tener que sacar de en medio al nuevo novio de su ex-. De esas series que saben a lo que van, no pretenden demasiado, y de las que podés hacer binge-watching en 4 o 5 horas.
Sam Wilson (Anthony Mackie - "Twisted Metal") ya no es “el nuevo Capitán América”. Es el Capitán América... te guste o no. "Capitán América: Un Mundo Nuevo" era una buena oportunidad para explotar lo que se insinuara en "The Falcon & The Winter Soldier", y, para sorpresa de nadie, se falla estrepitosamente; más política, más espionaje, menos chistes, y una fórmula que, salvo raras excepciones, parece estar más que agotada. En este caso, como en otros, el no tener una única fuente de "inspiración", sino hacer un mix de varias ("All New Captain America" de Rick Remender; "Captain America: Sam Wilson" de Nick Spencer; los Thunderbolts, Red Hulk..en fin), parece ser parte de la causa del desatino en lo argumental.
Para este punto en la cronología "Avengers", Sam ya ha sido aceptado como Capitán América por muchos, si bien no por todos (incluso él mismo tiene momentos de dudas, comparándose constantemente con Steve Rogers, el Capitán original). Además de estar entrenando a su nuevo sustituto como Falcon, Joaquín Torres (Danny Ramirez - "Top Gun: Maverick") a Sam se le ofrece la oportunidad, por medio de su otrora enemigo, el flamante Presidente Ross, de formar unos Nuevos Vengadores, trabajando junto al propio Ross. Claro está que esto suena a que estos Nuevos Vengadores estarían bajo la égida de Ross, y esto es algo que ya vimos en "Civil War", por lo que Sam se lo tiene que pensar. Lamentablemente, no tiene mucho tiempo, ya que su amigo, Isaiah Bradley (personaje que conociéramos en la serie de "The Falcon...") trata de asesinar al propio Ross. Pero, es Bradley el verdadero culpable, o alguien detrás manejando los hilos?
La primera mitad de la película arranca con fuerza. Hay tensión, crítica social y un tono maduro que recuerda a los mejores momentos de la serie que tuviera como protagonistas a Mackie y a Sebastian Stan. Sam no es Rogers, y eso es lo mejor: su versión del Capitán América se construye desde lo comunitario, lo ético, lo vulnerable. Pero cuando la historia pisa el acelerador rumbo al tercer acto, la cosa se desinfla: persecuciones genéricas, enemigos con motivaciones vagas y un clímax que, una vez más, se resuelve a puro CGI y golpes que no se sienten. Y ese es otro de los problemas: no parece haber el mínimo esfuerzo en ser originales en las escenas de acción, y algunas de las mismas se resuelven, como mínimo, de manera "extraña" (sin mencionar que el CGI tiene altibajos, teniendo lo mejor en el rostro del Red Hulk de Harrison Ford, y lo peor en los fondos; con todo, no es de los peores).
Hablando de Ford, éste como el presidente Ross aporta presencia, y su trama siempre juega con eso de si el verdaderamente quiere cambiar o no. Y el villano, aunque prometía ser una amenaza ideológica, termina siendo solo eso: una promesa.
Marvel / Disney sigue apelando a la diversidad forzada: lo de Torres (creado en el 2015 por Nick Spencer), lo de Ruth Bat-Seraph (agente del Mossad, israelí ella, y que existe desde los años '40 en los comics) podría ser una mera coincidencia (pongámosle), pero que los dos personajes caucásicos sean justamente los villanos (oh..spoiler), no sé si lo es tanto.
No es tan mala como "Guardianes 2", "Wakanda Forever", ni "The Marvels", pero está "de mitad de tabla para abajo", cómodamente. Tiene cosas buenas? Si. Me quedo principalmente con las escenas de acción en el aire. Mensajes? También. Se puede ser un "buen Americano" y cuestionar al sistema; no alcanza con poseer un símbolo si no lo redefinís; la posibilidad de liderar desde la moral y lo ético y no meramente desde el poder, en fin... Pero...a veces no alcanza con el mensaje. A veces una peli de superhéroes y acción tiene que ser más de eso y menos de lo otro, de lo políticamente correcto.
Nominada a 3 premios Oscars este 2025, "The Wild Robot" es un viaje fantástico de un robot diseñado para complacer directrices humanas, y que cuando despierta se encuentra en una playa de lo que parece ser la costa noroeste de Estados Unidos, si bien también podría ser una isla al estilo Islandia, producto de un naufragio.
De buenas a primeras, la peli te mete en un mundo donde la naturaleza parece dibujada con acuarela pero suena como el viento de verdad. Todo es sereno, bello, y de a poco... profundamente triste. Porque Roz (así es el nombre del robot) no debería estar ahí, ni tampoco entender nada de lo que la rodea. Pero aprende. Como en el libro de Peter Brown , su viaje no es uno de acción: es uno de adaptación, de conexión, de entender que ser “salvaje” a veces es ser simplemente libre.
Con un arte que tiene ciertas reminiscencias de Monet, y que amalgama el 2D con el 3D a la perfección, el film de Chris Sanders es un canto visual. La voz de Roz juega un papel fundamental, ya que es ella (en inglés interpretado por Lupita Nyong'o) la que lleva, de cierta forma, el pulso de la obra. Al principio es robótica, literal. Fría. Pero con el correr de la historia se va quebrando, suavizando, volviéndose casi humana. El vínculo con Brightbill —un gansito huérfano al que decide cuidar— no es automático. Y eso es clave. Acá, se nota que la peli recorta algunas cosas (los castores, los osos, muchas relaciones secundarias), pero se enfoca a fondo en ese lazo.
Varias diferencias pueden trazarse con respecto al libro (que dicho sea de paso es una trilogía, por lo cual podría haber una segunda y hasta una tercera parte), quizás la principal el carácter más melancólico de éste. Pero sin dudas, la película atrapa, y tiene con qué. Acá no te pasa como con "Up" que largas el llanto en los primeros 10 minutos, o como con "Coco", donde te emocionás a full en el último tramo. Acá, muchos pasajes harán que se te humedezcan los ojos, como cuando ella corre tras Brightbill, cuando le declara su amor y cuando recibe ayuda inesperada La película va directo al corazón. Sus momentos más fuertes giran alrededor de la maternidad, los vínculos y la crisis de identidad de una madre que no nació para serlo.
Huelga decir que "Robot Salvaje" es de esas pelis que te dan ganas de ver en familia, con los peques, pero también solo, con mate en mano, cuando uno necesita recordarse que cambiar es posible. Que hasta una máquina puede elegir cuidar, quedarse, aprender. Que sobrevivir no siempre es lo mismo que vivir.
¿Podés imaginarte a Hugh Grant, quien será eternamente recordado por sus roles como "galán" en "Cuatro Bodas y un Funeral" o "Un Lugar Llamado Notting Hill"), metido en una peli de terror psicológico con tintes religiosos? Bueno, en "Heretic", dirigida por Scott Beck y Bryan Woods (los mismos detrás del guion de A Quiet Place), no sólo lo hace...si no que te termina dando bastante miedito!
La historia gira en torno a dos jóvenes mormonas (interpretadas por Sophie Thatcher - "The Boogey Man" - y Chloe East - "Los Fabelman") que, en una misión puerta a puerta, se topan con Mr. Reed (Grant), un hombre de modales impecables y casa inmaculada… pero con un aire inquietante palpable al segundo. Lo que arranca como una conversación incómoda sobre fe y salvación se va torciendo hacia un juego mental en el que nada es lo que parece.
Grant encarna a Reed con una mezcla deliciosa de cortesía británica y amenaza latente. Hay algo hipnótico en su mirada: uno no sabe si te va a invitar un té o a encerrarte en un sótano. La peli juega con esa ambigüedad desde el minuto uno, y lo hace muy bien. A ratos recuerda a Get Out, en otros momentos a Misery o incluso a The Invitation, pero sin copiar a nadie.
Beck y Woods aprovechan la tensión de los espacios cerrados, los silencios y una dirección sobria que evita el jump scare barato. Lo perturbador acá es lo que no se ve. Y lo que se cree. Porque Heretic es, en el fondo, una peli sobre creencias: religiosas, personales y hasta narrativas. ¿Qué pasa cuando confiás demasiado en tu verdad?
Párrafo aparte para el ritmo: algunos van a decir que es lento, pero yo diría que es paciente. La peli te va cocinando a fuego lento, y cuando llega el punto de ebullición, ya estás atrapado, sin escapatoria.
En resumen: Heretic no es para ver con el celular en la mano. Requiere atención, entrega y ganas de entrar en un terreno incómodo. Pero si te dejás llevar, lo que te devuelve es una de las actuaciones más jugadas de Hugh Grant en años, y una historia que se queda dando vueltas en la cabeza mucho después de los créditos.
Quizás el final no es lo que un film tan bien logrado se merecía, y eso le resta un par de puntos. El planteo, el setting, y las actuaciones, son dignas de elogio, y creo que eso y la discusión sobre tus creencias que plantea es lo mejor (eso y el par de datos de trivia que, al menos yo, desconocía).
¿Sabés qué pasa cuando un ingeniero de fábrica de Connecticut se despierta en la Inglaterra del Rey Arturo? Exacto: no intenta encontrar el Santo Grial. Quiere introducir la imprenta, el telégrafo, el teléfono, patentar el jabón, o reformar la educación pública. Y el eclipse solar se vuelve su as bajo la manga para ganarse un lugar en la corte.
Recuerdo haber leído este libro en mi adolescencia, a la luz de la vela, y con hojas bien desgastadas (si mal no recuerdo, el número 66 de la colección "Robin Hood", aquellos libros de tapa dura amarillos que comenzara a editarse a principios de los '40). Ese libro en su momento voló mi cabeza, por la forma desenfadada y el ego que mostraba su personaje principal, pero por sobre todas las cosas, la imaginación: qué haría uno con el conocimiento que posee hoy en día en aquella época de caballeros medievales?
Mark Twain se despacha con una sátira afiladísima que no envejece. Escrito en 1889, "Un yanqui en la corte del Rey Arturo" combina humor absurdo, crítica social, y ciencia contra superstición en una mezcla que a veces parece delirio steampunk y otras, una cachetada a la aristocracia, la iglesia y el mito del progreso.
El narrador —un yanqui de nombre Hank — es una especie de Tony Stark decimonónico, que no solo se ríe de Merlín y sus trucos, sino que convierte Camelot en una fábrica de ideas modernas: introduciendo desde la pólvora hasta periódicos. Pero ojo, porque debajo del humor y la ironía, hay una oscuridad que crece. La utopía industrial empieza a mostrar las costuras, y Twain no se guarda nada cuando llega la hora de mostrarnos lo que pasa cuando el poder moderno cae en manos equivocadas... o en manos humanas, simplemente.
Hank no es un personaje querible, bastante al contrario...y eso choca. Es ingeniero, pragmático, egocéntrico, egoísta, demasiado auto-suficiente, arrogante, y muy, muy ambicioso. Todo esto, y la retórica del libro, pueden llegar a hacer que el lector no se "enganche" con la novela.
Uno de los grandes logros del libro es cómo retrata a los caballeros de la mesa redonda como lo que serían si fueran reales: torpes, crédulos, clasistas, medio inútiles. Twain los desarma con cariño pero sin anestesia. Y ahí es donde brilla su genio: no se ríe solo del pasado, también nos está mirando a nosotros —y al lector de su tiempo— con una ceja levantada. En cierta forma, Twain nos propone que las sociedades, por más avances modernos que tengan, lejos de mejorar, pueden colapsar; que ser más brillantes o estar más preparados, no son sinónimos de ser más felices, y que las buenas intenciones, si no tienen el contexto ideal, pueden llevar al caos.
No esperes un cierre feliz al estilo Hollywood. Twain no es Disney. Hay nostalgia, hay sangre, y hay una reflexión brutal sobre el progreso, la guerra y la ilusión del control. Te deja pensando si la Edad Media era tan oscura... o si lo somos nosotros con más juguetes.
Ideal si te copa la historia con una vuelta de tuerca, los viajes en el tiempo con onda, o si alguna vez pensaste “¿y si le meto una central eléctrica al castillo de Lancelot?”. Twain lo pensó primero. Y te lo cuenta con ese tono entre sarcasmo y lucidez que lo hace inconfundible.
Si, si...la vi por Kaley Cuoco...o como algunos la conocen "Penny", la "rubia" de "The Big Bang Theory", y debo decir que no sabía bien qué esperar.
Cuoco se despega (hablando de azafatas y vuelos) por completo de su pasado como Penny en The Big Bang Theory para entregarse a un papel mucho más oscuro, caótico y humano, un papel que nos permite ver una Kaley con un rango de emociones, expresividad, y dotes actorales explotadas de una forma no apreciadas en las 12 temporadas trabajando bajo el comando de Chuck Lorry y Bill Prady. Cassie Bowden, su personaje, es azafata. Glamour, viajes, copas en primera clase. Pero también es un desastre emocional con la capacidad de autodestruirse a velocidad crucero. Y cuando se despierta al lado de un cadáver en Bangkok sin saber qué pasó la noche anterior… bueno, la serie toma vuelo.
The Flight Attendant mezcla thriller con comedia negra y una pizca de drama existencial. El tono es rápido, a veces casi frenético, pero no por eso superficial. La dirección juega con montajes divididos en pantalla, diálogos internos, visiones y flashbacks que no son solo recursos estilísticos: son ventanas a una mente perturbada. Referido al primer recurso mencionado, algo que se da con asiduidad en estas dos temporadas, el split screen no se usa solo como adorno estético: ayuda a reflejar el caos mental de Cassie, sus múltiples versiones de la realidad, la simultaneidad de acciones en distintos lugares y esa sensación de estar “partida” por dentro. A veces incluso se usa para mostrar su yo imaginario dialogando con ella misma, como si hubiera dos o tres) Cassies en pantalla (que por momentos, las hay).
Uno de los grandes aciertos es cómo la serie no deja que la intriga del crimen opaque el viaje emocional. Porque sí, hay una investigación, sí, hay peligro, giros, conspiraciones internacionales, agentes encubiertos y más. Pero lo que realmente te mantiene mirando es Cassie, con sus torpezas, sus intentos de redención, sus decisiones horribles y en definitiva, lo que conlleva ser un "ser humano". Pero, también sucede que Cassie es un personaje con el que nos es difícil empatizar, porque, siendo honestos, no genera mucha empatía (ni ella ni ninguno de los personajes que la orbitan).
Con una temporada prometedora y bastante atrapante, la segunda toma un giro completamente distinto, siendo el eje principal, una vez más la necesidad de redención de Cassie, pero por sobre todo, su problema con la bebida, hecho omnipresente en toda la segunda temporada. Se pasa de un clásico whodunnit a un thriller / drama psicológico; de un consumo de alcohol causa de (casi) todos sus males a la lucha por la abstinencia; de víctima a espía amateur, de mucho vértigo a mucha reflexión. Y la serie pierde...y también el espectador, y, extrañamente, se re-dimensiona a Cuoco como actriz (ella misma ha dicho que si hay alguien con quien no volvería a trabajar es con ella misma, "sin posiblemente" debido al trabajo que requirió esta segunda temporada.
Recomendable primer temporada, especialmente si te gustan las series que combinan misterio con personajes rotos tratando de parcharse en pleno vuelo. La segunda..bueh...muy bien por Kaley, pero evitable..
Hay adaptaciones que podrían estar condenadas desde el arranque. Hacer "El Eternauta" en Argentina no era adaptar un cómic: era jugar con la Biblia en una mano y una bomba molotov en la otra. Netflix se animó. Y lo que entregó es una serie que, si bien tiene matices con el comic, entendió una cosa fundamental: que esto no era solo ciencia ficción. Pero... ¿Por qué "El Eternauta" es tan especial? ¿Qué lo volvió en su momento tema de culto?
El comienzo es simple: Buenos Aires, unos amigos en su juntada habitual de los viernes, un partido de truco, y unos whiskies, hasta que llega el apagón. Luego, una nevada mortal, una invasión silenciosa, y vecinos armando un plan con lo que hay. Juan Salvo es nuestro guía, nuestro hombre común enfrentando lo imposible, en búsqueda de esa hija desaparecida, de la mano de esos amigos de toda la vida. En papel, fue la épica del ciudadano de a pie. En pantalla, es Ricardo Darín ("El Secreto de sus Ojos"), quien logra sostener una versión creíble del personaje, aunque por momentos uno siente que la leyenda del actor se come al tipo común que Salvo necesitaba ser.
Y menciono el papel porque hay diferencias con el comic; un comic que fue escrito en 1959 con el dibujo de Solano López, re-escrito (junto al dibujante uruguayo Breccia) en el '69, y que tuviera una segunda parte en 1976, nuevamente con Solano López como dibujante. Y el Héctor Germán Oesterheld del '59 no era el mismo que el de 1969, y mucho menos que el de 7 años después. Da la casualidad que las 3 versiones de "El Eternauta" coincidieron con 3 gobiernos de facto que viviera Argentina (Aramburu, Onganía, y Videla), y HGO era un tipo muy involucrado políticamente, al punto tal de que termina preso por sus activismo político, y posteriormente, se contaría entre los desaparecidos (junto a su mujer y sus tres hijas). En la serie de Netflix hay guiños a su figura, líneas de diálogo que resuenan con su historia personal, y una intención clara de vincular a Salvo con Oesterheld, al héroe con el cronista. No hay que ser demasiado sutil para leerlo: el Eternauta no viaja solo en el tiempo, lleva con él toda una generación que soñó y cayó.
En el comic, la historia se la cuenta el propio Salvo a Oesterheld en su estudio. Salvo es un viajero del tiempo (y de ahí El Eternauta, que en la serie no nos queda claro de dónde proviene el nombre). En la serie, por su parte, el relato es lineal, y no contado a posteriori. El tono político - como señalaba anteriormente - tiene gran presencia en el comic, sobre todo en la re-escritura del '69, y en la secuela del '76 (en el original, el tono es más sutil, haciendo referencia al imperialismo, la organización del hombre de a pie para resistir de forma colectiva). Tal vez en el comic el grupo tenga más importancia que en la serie, donde la presencia de Darin - como aludía en el párrafo de apertura - opaca un poco al resto del grupo. La familia de Salvo es más importante y con más tiempo de "pantalla" en la serie que dedicación en el comic, lo cual también es otra diferencia. Y luego está el aspecto visual, siendo un juego de blancos y negros en el comic, y aquí con más color y más sensación post-apocalíptica. En este sentido, algunos efectos especiales zafan, otros no tanto. Pero el mayor acierto está en el tono. Esa Buenos Aires que se hiela no es solo decorado: es una memoria congelada. Los pasillos, las casas bajas, los clubes barriales convertidos en trincheras: todo remite a un país donde la resistencia empieza en casa y con los amigos, y donde lo viejo no sólo funciona: es lo único que funciona.
Ahora bien, no todo brilla. La segunda mitad de la serie queda a medio camino entre "The Mist" de Stephen King y "La Guerra de los Mundos". Se vuelve más discursiva, menos tensa. Pero incluso en sus tropiezos, se nota que hay respeto por el material original. Y eso, en estos tiempos de reciclajes perezosos, es algo que se agradece. Queda la sensación de que uno le da más valor porque es argentina, porque la tiene cerca, y talvez por lo sucedido a Oesterheld...o por el mismo Darín. Tal vez si fuera una serie checa no le daríamos el mismo valor por estos lares.
El Eternauta fue siempre una obra colectiva, en fondo y forma. La serie no traiciona eso. Aunque le falta pulso por momentos, se planta con dignidad frente a una herencia pesada. Porque lo que Oesterheld escribió en los ‘50 seguía siendo cierto en los ‘70, y sigue siéndolo ahora: la salvación no es del héroe solitario. Es del grupo. Del que organiza, del que acompaña, del que no suelta la mano.
Y si la nieve vuelve a caer —porque siempre vuelve, y habrá una segunda temporada— más nos vale tener claro con quién la vamos a enfrentar.
FICHA TÉCNICA: PAÍS: Argentina / USA AÑO: 2025 GÉNERO: ciencia ficción / aventuras / terror / thriller / drama DURACIÓN: 6 x 60 minutos GUIÓN: 9 /10 DIRECCIÓN: 8 / 10 ACTUACIONES: 7 /10
Sony lo volvió a hacer. Después de Morbius y Madame Web, llega Kraven the Hunter, otra entrega del universo arácnido sin Spider-Man, que intenta ser salvaje y termina siendo una presa fácil para las críticas. Intenté que me gustara más, en serio lo intenté, después de todo Kraven fue el primer enemigo de Spider-Man que conocí, cuando no era más que un gurí de 7 u 8 años, y le tengo un cariño especial. Pero no...otra vez más Sony siendo Sony con los personajes de Marvel...
Aaron Taylor-Johnson ("Animales Nocturnos" / "Kick-Ass", y quien ya interpretara a otro héroe / villano de Marvel - "Quicksilver" -) encarna a Sergei Kravinoff, un cazador que, tras un encontronazo con un león (el león), adquiere habilidades animales y una sed de justicia. O de venganza. O de algo. El guion no lo tiene muy claro, y nosotros tampoco.
El film arranca muy bien: Siberia, un prisionero (Taylor-Johnson) que ya sabemos se va a escapar - pero no importa -, soldados rusos malos, reclusos aun más malos, y un clima hostil, generan una muy buena ambientación de arranque, y hace que el film prometa. Luego del previsible escape, en un flashback que nos lleva a la infancia de Sergei y su hermano Dima, aprendemos que la relación de ambos con su padre (Russell Crowe - "Gladiador", en piloto automático) dista de ser la mejor. Dicha relación intenta aportar algo de peso emocional, pero queda enredada en clichés de manual. Lo que debería ser una historia de redención y conflicto interno se transforma en una montaña rusa de diálogos torpes y motivaciones dudosas. Así es que en una cacería "familiar", Sergei se ve atacado por el león que mencionábamos antes, hecho que marcará un antes y un después, no solo en el futuro de Sergei, sino también en el de toda la familia Kravinoff.
La galería de villanos no ayuda: Rhino (Alessandro Nivola - "The Brutalist"), en nada parecido al de los comics, y mucho más estratega - y cuyo CGI lo hace parecer a un videojuego de los '90, El Forastero (Christopher Abbott II - "Pobres Criaturas") cuya motivación en perseguir a Kraven parece traída de los pelos, y Calypso (Ariana DeBose - "Westworld"), quien no es una villana, flota por la trama como si alguien hubiera olvidado escribirle líneas con sentido. Las subtramas aparecen, desaparecen y nunca se cierran, como si estuvieran cazando su propio guion por el set.
Las escenas de acción no están mal, pero no alcanzan para sostener el resto. Mucho salto, garra y rugido, pero poca imaginación. La sangre salpica, pero el impacto es cuasi-nulo. Y el CGI...insisto...el CGI... Soy consciente de que no es un film con el presupuesto de "Spider-Man: No Way Home", ni siquiera el de "Venom 3" (sólo por 10 millones), pero, hay cosas que no son solo un tema de dinero. Al mal diseño de Rhino hay que sumarle el de los animales, cuyo CGI presenta pocas capas de textura, ojos inexpresivos, movimientos torpes. Y como ocupan bastante tiempo en pantalla, rompen el efecto inmersivo. Además, la dirección afecta, ya que las escenas donde hay saltos o trepadas del propio Kraven lucen sin peso, ni la dinámica debida, lo cual se capta al toque.
Taylor-Johnson hace lo que puede con un personaje escrito con una brocha gorda. Crowe aporta algo de oficio, pero parece estar más preocupado por cobrar que por actuar. El resto del elenco... bueno, creo que podría destacar lo de Fred Hechinger ("The White Lotus"), como Dmitri. Y por ahí queda la cosa.
¿Conclusión? Kraven the Hunter no es un desastre absoluto, pero sí otro capítulo olvidable en este extraño universo cinematográfico que Sony insiste en seguir construyendo. Una pena...con Kraven de cacería, y de vuelta con las manos vacías.
No debe de haber película que venga más a tono con lo que está sucediendo hoy día con la elección del futuro Papa tras la muerte de Francisco que "Conclave", ganadora del premio Oscar por Mejor Guion Adaptado.
Un brillante Ralph Fiennes ("El Jardinero Fiel", "La Lista de Schindler") - nominado al Oscar como Mejor Actor Principal por este mismo film - interpreta al cardenal Thomas Lawrence, Decano del Colegio Cardenalicio, cuyo rol principal es el de presidir el cónclave a la muerte o renuncia de un Papa, con el fin de, precisamente, elegir un nuevo Papa. Esta reunión es una que suele llevar días, ya que el teje y maneje dentro de la Santa Sede en el momento de la elección se vuelve una lucha de poder pocas veces vista, y donde el destino de la Iglesia Católica está en juego. El Decano es también el principal organizador del propio cónclave, y además el portavoz oficial cuando hay "Sede Vacante", es decir, no hay Papa alguno.
Hay varios candidatos sólidos para hacerse con el papado. Por un lado tenemos al candidato del propio Lawrence, el cardenal Bellini (Stanley Tucci - "Spotlight"), el más liberal de los candidatos; otro contendiente será el cardenal Adeyemi ("Gangs of London"), quien cuenta con el apoyo de los cardenales africanos y podría convertirse en el primer Papa negro, con lo que eso implicaría (según la leyenda de Nostradamus, un Papa negro acarrearía el fin de los tiempos); por otro lado está también el cardenal Tremblay, interpretado por el gran John Lithgow ("The Crown"), con gran capacidad de persuasión, pero bastante conservador (y con un oscuro secreto a ser revelado); y el gran favorito de todos, el cardenal Tedesco (Sergio Castellitto - "Las Crónicas de Narnia"), cuyo ascenso significaría poco más que un regreso a la Edad Media. También aparecerá un misterioso personaje, el padre Benítez, quien fue en realidad elegido "cardenal in pectore" (en secreto) por el fallecido Papa, y que sorprende a propios y extraños con su aparición.
Lawrence deberá navegar entre "agendas secretas" de los candidatos, así como elegir muy bien a quién él mismo apoyar. Su propia fe y su propio deseo se pondrán en tela de juicio cuando llegue el momento de decidir qué es lo que él verdaderamente quiere para él: seguir en su cargo, ser secretario del Papa, retirarse a un monasterio - como él mismo declara - o convertirse en el próximo Sumo Pontífice.
Durante el film, temas como la fe (no sólo religiosa sino también como fuerza motivadora), la duda (como una fuerza igual de fundamental como la fe), y la ambición personal serán tocados. El conservadorismo y la renovación, el seguir abriendo puertas a nuevas interpretaciones de la fe, y los roles de la iglesia, también serán tema a tratar en este brillante film de Edward Berger.
Con actuaciones brillantes (incluyendo a los mencionados a Isabella Rossellini), un muy buen guion, y un setting muy bien logrado, "Cónclave" fue con justicia un film digno de ser nominado a varios premios Oscar. Sí es verdad que el final se siente forzado, con un plot twist difícil de avizorar, aunque de cierta forma previsible en base al mensaje se adivina tanto el director Edward Berger, como el escritor original Robert Harris, y quien adaptara el mismo para el film, Peter Straughan quisieron dar.
Cuando uno va a un resort del estilo de The White Lotus, uno espera relajación, un momento placentero, y buenos tragos. Sin embargo, esto no es lo que sucede ni en la sucursal de Hawaii, ni en la de Italia, ni en esta nueva temporada, en el White Lotus de Tailandia. Algo siempre ocurre en uno de estos hoteles que derivará en un asesinato (o varios), y el futuro incierto de varios de los huéspedes.
Si bien las temporadas son relativamente independientes, ya que cuentan con nuevos personajes y nuevas tramas, la segunda repite un par de personajes de la primera, y lo mismo sucede de esta segunda a la tercera. O sea..podés ver la tercera sin ver las anteriores, pero si ves la segunda, entenderás mejor una de las tramas dentro de esta.
Esta nueva temporada comienza con un tiroteo, y uno de los huéspedes que se encontraba en una terapia de meditación, arrojándose al agua al grito de "Mamá..mamá" luego de encontrar un cuerpo flotando (que si bien no lo vemos, lo inferimos). De allí en más, al mejor estilo Tarantino, iremos al comienzo de la historia - que ya sabemos nos llevará, paulatinamente, a este casi desenlace de la historia -.
Como vimos en las dos entregas anteriores, los huéspedes irán llegando al resort, y con ello, se dará la presentación de los mismos. Los Ratliff (el joven e inocente Lochlan, la hermana del medio, Piper - quien dice querer dedicarse a su propio descubrimiento espiritual en un templo budista -, Saxon, el mononeuronal hermano mayor, papá Timothy y la odiosa mamá Victoria), una familia acaudalada, que sigue a Piper y decide pasar unas vacaciones familiares alejados de todo el ruido de Estados Unidos. Por otro lado tenemos a Rick (el genial Walton Goggins), junto a su novia, Chelsea. Ella muy enamorada, él muy misterioso, con una venganza en ciernes, que es su verdadero motivo de ir a Tailandia.
El grupete de invitados se completa con las amigas Jaclyn, Laurie, y Kate, quienes se van en una escapada de solteras invitada por la primera, quien es una famosa actriz.
Obviamente, los personajes no se limitan a los invitados, si no que, como ocurriera en temporadas anteriores, incluye al staff del hotel. Es allí que vemos nuevamente a Belinda (empleada de la sucursal de Italia, personaje que aquí repite), y conocemos a Mook (bailarina del lugar), a Gaitok (un guardia que no se sabe bien si es apto para el rol que ocupa), a Fabian (el conserje), y a la dueña, Sritala, mujer otrora famosa en Tailandia por su música y por sus películas de bajo presupuesto.
Con las fichas en el tablero dispuestas, veremos a lo largo de los episodios como la amistad de las tres chicas tiene fisuras, cuentas pendientes, y recriminaciones varias; como Rick no tiene su propósito tan claro, y como Chelsea, con todo el amor que le tiene, trata de bajarlo a tierra; como la manzana no cae lejos del árbol, con unos padres superficiales que crían a sus hijos con esos valores, y como estos no pueden zafar del designio familiar por más que lo intenten (o sí?), y como el destino irá haciendo que los destinos de estos personajes terminen confluyendo.
Con actuaciones dignas de destacar (en especial las de Carrie Coon -"Gone Girl" / "Cazafantasmas: Más Allá" -, Jason Isaacs - el "viejo" Malfoy -, Michelle Monaghan - "Pixels", Sam Nivola, y un sorprendente Patrick Schwarzenegger), un guion que te hará preguntarte quién es el asesino, y quién la víctima, y un entorno paradisíaco, "The White Lotus 3" conseguirá engancharte a la trama. Por supuesto quedan algunos cabos sueltos, pero no muchos. Y a no confundirse: "The White Lotus" no es la típica serie de "whodunnit", a lo Agatha Christie. Se utiliza ese trasfondo para explorar otros temas, como el valor de la familia y la amistad, hasta dónde uno tiene los escrúpulos o valores que dice tener, y el precio del amor.
A mirarse esta temporada, y por supuesto, las anteriores. De las 3 quizás la más letárgica, pero todavía con el nivel suficiente para dedicarle unas 8 horitas de tu vida. Veremos qué depara la cuarta...